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Pasajes Arquitectura y Crítica
121 : bucles
Ya tenemos dispuesta una nueva generación de emigrantes en España : hartos, sin posibilidades de trabajo , conscientes de las enormes diferencias en la remuneración y , como siempre, dispuestos a todo.
Pero esta vez hay algunas diferencias. Al contrario de lo ocurrido en las oleadas de los años 60 hacia Alemania y otros países de Europa, constituyendo entonces un contingente de mano de obra bruta para la industria, en la actual, la mayoría de nuestros emigrantes prácticamente se cambian de patio: ya conocen toda Europa, han viajado con sus becas por todo el continente, e incluso diríamos que por todo el mundo, y han permanecido largos períodos de tiempo académico en diferentes lugares. Y aunque la realidad en ocasiones no sea como se esperaba, no van a ciegas. Su frontera no es tan pequeña como antes. Además es mano de obra altamente cualificada, y no ya por su formación, sino por su calidad. Los ingenieros formados en España se aprecian en todo el mundo, y la estimada calidad de las escuelas de arquitectura españolas se hace ahora evidente, en las demandas, dispersando sus mas cualificados representantes por todo el mundo.
Si nos ponemos a pensar con detenimiento, ¿que significa eso ?
Tenemos un país con la construcción detenida, pero con las escuelas de arquitectura a pleno rendimiento. Tenemos arquitectos emigrando.
¿Quienes?
Los mas jóvenes : apenas sin recursos y sin trabajo ven el mundo lleno de oportunidades. Probablemente harán su vida fuera de España.
Los mas osados: se mueven en cualquier estado del mercado. Volverán cuando se aburran.
Los profesionales no tan jóvenes, bien formados y con experiencia, pero con necesidad de trabajo: mueven a sus familias a un entorno mas favorable. Será muy difícil que regresen, ya que su entorno familiar se fijará en su destino.
Los excelentes : jóvenes profesionales con cierta experiencia, con dinámicas de trabajo y resultados de alta calidad, premiados en su entorno académico y profesional, destinados a formar la próxima generación de arquitectos que han de definir nuestras ciudades y avanzar en las nuevas proposiciones espaciales que demandamos. La ignorancia de las administraciones, la falta de encargos (casi mecanizados hacia los arquitectos conocidos) y concursos ( inexistentes o ficticios) y un abanico de posibilidades fuera de nuestras fronteras, harán que muy probablemente estén trabajando fuera en poco tiempo.
Pero fuera de España la estructura laboral es diferente. Muchos menos heroicos estudios pequeños, y mas estructura empresarial, es decir :menos autoría y mas colaboración integrada. Con lo que todos esos arquitectos en la emigración, con una formación excelente en una idea de arquitectura obsoleta ya en el resto de mundo, se integrarán preferentemente en procesos de trabajo ya muy experimentados, donde su voz sera difícil de escuchar, y donde poco a poco irán asimilando mecánicas de trabajo nada consideradas en las escuelas de arquitectura españolas.
Los arquitectos en ejercicio que queden en nuestro entorno deberán cambiar de especialidad hacia los recursos que abunden (diseño interior, intervención jurídica, rehabilitación, ... ) .
Con ese escenario parece que España alumbra un cierto congelamiento de la evolución (para bien y para mal) Sin posibilidades de ejercicio profesional y, como consecuencia, sin profesionales, parece que nos quedamos sin substancia de evolución, sin motivos por los que evolucionar, sin necesidad de hacerlo.
Así pues, ¿Cuales serían los escenarios posibles cuando haya una cierta recuperación, cuando comience a haber una mínima oportunidad de ejercicio profesional?
Desde una primera perspectiva, y afectados por nuestro arcaísmo endémico, al que le hemos cogido un cierto afecto compasivo, nos encontraríamos en un bucle o feedback negativo, que lleva en último extremo a la destrucción del sistema. Es decir, con una o dos generaciones de arquitectos inmóviles o repartidos por el mundo, España arrancaría con un nuevo retraso acumulado. Inhabilitados para la investigación por la falta de personal cualificado (importamos futbolistas y exportamos científicos) carece de interés emplear recursos económicos en la investigación : “que inventen ellos” sería una vez más la consigna. Sin investigación y sin recursos el círculo se cierra con la desaparición de las estructuras de desarrollo.
Parece que podríamos sumergirnos en un bucle de acción-reacción, en el que a cada vuelta acabamos peor ( si es cierto que de esta manera ya ha sucedido) y en el que cada precedente ocasiona una nueva desertización del conocimiento y sus obradores.
Pero cabría, quizás desde un punto de vista más optimista, alguna otra alternativa.
Podríamos imaginar que nuestros profesionales atienden a incentivos suficientes promovidos desde la administración o desde estructuras de mercado renovadas, y les interesa volver a desplegar su actividad en nuestro entorno. En ese caso, no solo recuperaríamos el valor de su formación, sino que serían capaces de introducir procesos y mecanismos alternativos ya contrastados en su eficiencia en sus lugares de origen. No es fácil prever ese nuevo resultado, mucho mas homogéneo con esa Europa que parece que nos integra. Pero en todo caso ahora, con un feedback positivo, el propio sistema propiciaría la creación de oportunidades, el bucle se volvería constructivo y haría posible que nuestros mejores profesionales no tuvieran que emigrar.
Tenemos que romper el bucle por algún lado.
pilar reina
pepe ballesteros
121 : bucles
Ya tenemos dispuesta una nueva generación de emigrantes en España : hartos, sin posibilidades de trabajo , conscientes de las enormes diferencias en la remuneración y , como siempre, dispuestos a todo.
Pero esta vez hay algunas diferencias. Al contrario de lo ocurrido en las oleadas de los años 60 hacia Alemania y otros países de Europa, constituyendo entonces un contingente de mano de obra bruta para la industria, en la actual, la mayoría de nuestros emigrantes prácticamente se cambian de patio: ya conocen toda Europa, han viajado con sus becas por todo el continente, e incluso diríamos que por todo el mundo, y han permanecido largos períodos de tiempo académico en diferentes lugares. Y aunque la realidad en ocasiones no sea como se esperaba, no van a ciegas. Su frontera no es tan pequeña como antes. Además es mano de obra altamente cualificada, y no ya por su formación, sino por su calidad. Los ingenieros formados en España se aprecian en todo el mundo, y la estimada calidad de las escuelas de arquitectura españolas se hace ahora evidente, en las demandas, dispersando sus mas cualificados representantes por todo el mundo.
Si nos ponemos a pensar con detenimiento, ¿que significa eso ?
Tenemos un país con la construcción detenida, pero con las escuelas de arquitectura a pleno rendimiento. Tenemos arquitectos emigrando.
¿Quienes?
Los mas jóvenes : apenas sin recursos y sin trabajo ven el mundo lleno de oportunidades. Probablemente harán su vida fuera de España.
Los mas osados: se mueven en cualquier estado del mercado. Volverán cuando se aburran.
Los profesionales no tan jóvenes, bien formados y con experiencia, pero con necesidad de trabajo: mueven a sus familias a un entorno mas favorable. Será muy difícil que regresen, ya que su entorno familiar se fijará en su destino.
Los excelentes : jóvenes profesionales con cierta experiencia, con dinámicas de trabajo y resultados de alta calidad, premiados en su entorno académico y profesional, destinados a formar la próxima generación de arquitectos que han de definir nuestras ciudades y avanzar en las nuevas proposiciones espaciales que demandamos. La ignorancia de las administraciones, la falta de encargos (casi mecanizados hacia los arquitectos conocidos) y concursos ( inexistentes o ficticios) y un abanico de posibilidades fuera de nuestras fronteras, harán que muy probablemente estén trabajando fuera en poco tiempo.
Pero fuera de España la estructura laboral es diferente. Muchos menos heroicos estudios pequeños, y mas estructura empresarial, es decir :menos autoría y mas colaboración integrada. Con lo que todos esos arquitectos en la emigración, con una formación excelente en una idea de arquitectura obsoleta ya en el resto de mundo, se integrarán preferentemente en procesos de trabajo ya muy experimentados, donde su voz sera difícil de escuchar, y donde poco a poco irán asimilando mecánicas de trabajo nada consideradas en las escuelas de arquitectura españolas.
Los arquitectos en ejercicio que queden en nuestro entorno deberán cambiar de especialidad hacia los recursos que abunden (diseño interior, intervención jurídica, rehabilitación, ... ) .
Con ese escenario parece que España alumbra un cierto congelamiento de la evolución (para bien y para mal) Sin posibilidades de ejercicio profesional y, como consecuencia, sin profesionales, parece que nos quedamos sin substancia de evolución, sin motivos por los que evolucionar, sin necesidad de hacerlo.
Así pues, ¿Cuales serían los escenarios posibles cuando haya una cierta recuperación, cuando comience a haber una mínima oportunidad de ejercicio profesional?
Desde una primera perspectiva, y afectados por nuestro arcaísmo endémico, al que le hemos cogido un cierto afecto compasivo, nos encontraríamos en un bucle o feedback negativo, que lleva en último extremo a la destrucción del sistema. Es decir, con una o dos generaciones de arquitectos inmóviles o repartidos por el mundo, España arrancaría con un nuevo retraso acumulado. Inhabilitados para la investigación por la falta de personal cualificado (importamos futbolistas y exportamos científicos) carece de interés emplear recursos económicos en la investigación : “que inventen ellos” sería una vez más la consigna. Sin investigación y sin recursos el círculo se cierra con la desaparición de las estructuras de desarrollo.
Parece que podríamos sumergirnos en un bucle de acción-reacción, en el que a cada vuelta acabamos peor ( si es cierto que de esta manera ya ha sucedido) y en el que cada precedente ocasiona una nueva desertización del conocimiento y sus obradores.
Pero cabría, quizás desde un punto de vista más optimista, alguna otra alternativa.
Podríamos imaginar que nuestros profesionales atienden a incentivos suficientes promovidos desde la administración o desde estructuras de mercado renovadas, y les interesa volver a desplegar su actividad en nuestro entorno. En ese caso, no solo recuperaríamos el valor de su formación, sino que serían capaces de introducir procesos y mecanismos alternativos ya contrastados en su eficiencia en sus lugares de origen. No es fácil prever ese nuevo resultado, mucho mas homogéneo con esa Europa que parece que nos integra. Pero en todo caso ahora, con un feedback positivo, el propio sistema propiciaría la creación de oportunidades, el bucle se volvería constructivo y haría posible que nuestros mejores profesionales no tuvieran que emigrar.
Tenemos que romper el bucle por algún lado.
pilar reina
pepe ballesteros